Hay pruebas crecientes de la nocividad de los alimentos ultraprocesados en nuestras dietas, pero las políticas para combatir los problemas de salud causados por la comida chatarra no son suficientes.
El consumo excesivo de alimentos grasos, azucarados, salados o ultraprocesados amplifica el riesgo de enfermedades crónicas.
Los alimentos ultraprocesados aumentan la probabilidad de desarrollar varios tipos de cánceres, enfermedades inflamatorias, cardiovasculares, diabetes, obesidad, y perturbaciones hormonales.
El coste para la sociedad de las enfermedades relacionadas con la mala alimentación es enorme, lo que enfatiza la urgencia de aplicar políticas de prevención.
En lugar de responsabilizar a los individuos, la acción debe centrarse en la oferta de alimentos. La solución pasa por una mejor accesibilidad a los alimentos saludables y una mayor imposición a la comida chatarra.
Las multinacionales de la agroalimentación emplean tácticas de descrédito científico y producen estudios sesgados, al tiempo que insisten en el 'derecho al placer' del consumidor como contraposición a estrechar la libertad individual.
Conclusión: La verdad es que la comida chatarra, a través de las enfermedades que provoca, destruye más valor del que crea para la sociedad, y es tiempo de tomar medidas.