El Reino Unido y la UE celebran un acuerdo en su primera cumbre bilateral pos-Brexit, pero los resultados concretos no corresponden a la retórica usada.
Bruselas tiene desconfianza y precaución hacia un país que decidió abandonar la UE, buscando preservar una arquitectura delicada y compleja.
El gobierno laborista de Keir Starmer desea acercarse a la Unión, pero teme que esto provoque malestar entre el público británico, especialmente tras los resultados electorales de Nigel Farage.
Los británicos deben renunciar a recuperar las ventajas obtenidas como miembros de la UE, y temen críticas de la derecha euroescéptica.
Se celebra un tono constructivo, pero muchos acuerdos son obviedades, pactos a medio terminar o ejercicios de voluntarismo.
El pacto de seguridad y defensa es el principal logro de la cumbre, reconociendo la obligación de cooperar entre ellos.
Starmer ha prorrogado el acceso de las flotas pesqueras de la Unión a las aguas británicas, a cambio de relajar los controles sanitarios y fitosanitarios.
El gobierno laborista ha pospuesto el plan de movilidad juvenil, mostrando temor de que la llegada de ciudadanos comunitarios alimente la controversia sobre la inmigración.
Conclusión: Aunque el tono constructivo en la cumbre bilateral entre el Reino Unido y la UE se celebra, el progreso real es limitado. La desconfianza y cautela persisten en ambas partes, y muchos de los acuerdos son esfuerzos provisionales y no resolutivos. La cumbre ha destacado las dificultades post-Brexit más que los posibles beneficios futuros.