El Gobierno aprobó una reforma para adaptar la Fiscalía a la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal, terminando con la tendencia exclusiva de España de tener jueces, no fiscales, manejando causas penales.
La reforma prevé términos no renovables de cinco años para el fiscal general, desligándolo de las legislaturas y estableciendo restricciones sobre las causas de destitución.
Se busca reforzar la independencia de la fiscalía al impedir que el Ejecutivo interfiera o influya en el fiscal general, incluyendo la comunicación solo a través de correspondencia pública.
Es posible que los fiscales superen al fiscal general por una mayoría de tres quintos, lo que reduce el poder del fiscal general.
Esta reforma, aunque impulsada por el actual gobierno de coalición, está diseñada para definir las funciones de la Fiscalía durante décadas.
La reforma apunta a desterrar cualquier duda de interferencias, sobre todo en casos de corrupción y así frenar la politización de la Fiscalía.
Se espera que la reforma entre en vigor el 1 de enero de 2028.
Conclusión: La reforma es un paso necesario que favorece la independencia de la Fiscalía y elimina la politización, beneficiando a todos los partidos con aspiraciones de gobernar. Sin embargo, se espera un debate intenso y numerosas objeciones técnicas.