España es el segundo país de la UE con más crecimiento en inmigración irregular, en gran medida impulsado por la peligrosa ruta canaria y la inestabilidad en la región del Sahel.
La mayoría de los flujos migratorios de la ruta atlántica provienen de Mauritania, y los malienses son la nacionalidad más numerosa de personas que llegan irregularmente a España.
La política española y europea se ha enfocado en acuerdos con multimillonarios para apoyar a los Estados de origen y tránsito de los migrantes, sin garantizar el trato adecuado hacia los migrantes.
Una porción considerable de los inmigrantes son menores no acompañados y España se ha enfrentado a problemas para su acogida.
La mayor parte del crecimiento poblacional de España se debe a la llegada de extranjeros, y una cuarta parte de los niños nacidos en España tienen al menos un progenitor extranjero.
Los inmigrantes son una parte integral del mercado laboral español, representando el 13,6% de los trabajadores y ocupando 4 de cada 10 nuevos empleos.
El discurso político en torno a la inmigración a menudo se cae en la demagogia, alimentando el miedo y la xenofobia.
La inmigración es un reto común para todos los países desarrollados y debe ser abordada de manera profundidad.
Conclusión: La inmigración es una realidad que debe ser gestionada, no un problema que necesita ser solucionado. La diversidad es una fortaleza, no una amenaza, y debe ser abordada con una actitud de apertura y aceptación.