El lenguaje de confrontación entre adversarios políticos es actualmente sustituido por descalificación personal en España.
Esta estrategia populista de desprestigiar instituciones para favorecerse a sí mismos es aplicada por figuras públicas.
Esta constante agresividad verbal puede crear precedentes peligrosos y dañar la dignidad y credibilidad de cargos institucionales.
Políticos de varios frentes, incluyendo miembros del Gobierno, han adoptado un discurso bajo y ofensivo.
La continuada tensión electoral en España amenaza el respeto y la construcción en política.
El lenguaje agresivo en redes sociales y medios de comunicación puede llevar a la polarización y a la desafección ciudadana hacia los representantes públicos.
Conclusión: La persistente agresividad en el lenguaje político español puede tener efectos serios en la convivencia ciudadana si se perpetúa en el tiempo.