La crítica principal del artículo centra en la división creciente en las universidades a partir de las protestas, especialmente en Columbia, en relación con el conflicto árabe-israelí.
Las protestas estudiantiles, en lugar de ser vistas simplemente como perturbaciones, deben considerarse como extensiones de la educación; son un medio para que los estudiantes participen activamente en debates y luchas contemporáneas.
Los administradores universitarios son con frecuencia sordos a las súplicas de sus estudiantes, y ceden ante las presiones políticas externas y de los grandes donantes.
Conclusión: El papel de las universidades debe ser fomentar el debate y la participación en cuestiones de actualidad, protegiendo a todos los estudiantes, sin ceder a presiones políticas o económicas externas.